Béns dAvall
Urb. Costa Deià · Ctra. Sóller-Deià
Sóller · Mallorca
tel/fax (0034) 971 632 381
60 | |
5 sobre 5 | |
Propio | |
nov, dic y enero | |
Lunes y martes |
Lo primero que nos impacta al entrar en la terraza de la Béns d’Avall son las fascinantes vistas que su balconada ofrece sobre los acantilados de la bahía de Deiá (con la pequeña muestra de la foto, creo que sobran comentarios), pero pronto el paisaje pasa a segundo término cuando el personal de sala entra en acción, porque ¡como se agradece poder consultar a un sumiller bien preparado, pero sin pedanterías ni afectaciones! Y no digamos ya las descripciones de Catalina, esposa de Benet, solo con escucharla parece que ya hemos probado el plato.
Gracias a Dios, la garra contaminante de la guía Michelin no ha infectado aún esta casa, señal de que hacen las cosas muy bien y con personalidad regional, aunque por el camino que van y los comentarios escuchados, me temo que la felicidad durará poco.
Benet echó los dientes en la cocina porque su abuela Margalida, que había sido cocinera en Francia antes de la guerra, le inculcó la belleza y el embrujo por este arte, y su madre, que también faenaba en los fogones del primitivo Béns d’Avall, así que no es de los que se han apuntado al carro para ver si salen en la revista ¡Hola!, que es lo pretenden la mayoría de “Cocineros autores” de la última cosecha.
Cuanto me gustaría su cocina que, a pesar de hacernos tragar un menú degustación, le sigo teniendo aprecio.
De las Sopas mallorquinas de la foto pueden leer largo y tendido en la receta correspondiente (ver Sopas mallorquinas), pero el aperitivo con que nos sorprendió fue todo un espectáculo de aromas, sabores y texturas.
No le perdono haber quitado las cabezas de las gambas, eso es un crimen, una irreverencia solo comparable a las atrocidades que hacen los gringos echando salsa Worcester a las ostras, pero corramos un tupido velo porque el rodaballo que vino después lavó la afrenta.
Por capricho de uno de los asistentes, nos clavaron un delicioso el arroz con caracoles y ñoquis de aliloli, con el que yo hubiera dado por concluida la fiesta, pero su plan era que probásemos el corderito de la sierra, realmente exquisito por su delicadeza y poderío de sabores, aunque nos dejó KO, como siempre.
Hubo postres, claro, porque han abierto una sofisticada tienda de repostería clásica que está levantando pasiones en la isla, pero como soy diabético, pues me libré del último asalto.
Al parecer por la noche las vistas son aún más deslumbrantes, por lo que conseguir mesa junto a la veranda es una proeza, así que si van a Mallorca, reserven antes la mesa que el billete de avión, porque merece la pena.
Exceso de poesía en el nombre de los platos. Eso de Entrecot curado y asado sobre brasas de carbón de encina, gnocchi trufados de patata dorados, y las primeras setas de la temporada con salsa-reducción de Callet de Toni Gelabert, ya suena a poema de George Sand con música de Chopin y coreografía de la Agrupación de coros y danzas de Valdemosa. Demasiado relamido.